Día del maestro...
Hacer unos días, mi adorada Siniestra me preguntó si yo extrañaba a alguien... o a quien extrañaba...
Mi respuesta inmediata fue “yo no extraño a nadie... toy muy feliz ahora...”
Pero en verdad, pasé un buen rato reflexionando... y no es cierto; sí extraño a alguien, extraño a ciertos enanos terroristas que conocí en el boliche.
Hace tiempo, yo era un maestro... y extraño a mis pequeños monstruos de los domingos... era genial llegar y ver sus caritas felices porque íbamos a empezar su clase de 4 horas y ellos se divertían mucho. Yo me divertía tanto con ellos, era feliz viéndolos jugar, ser ellos, olvidarse de su escuela y sus “problemas” un rato el domingo...
Me encantaba que al final de la clase se despedían felices; ver su cara de felicidad cuando algo les salía bien, y que cada domingo lo hacían mejor... Me encantaba que mi pekeña Marijóse me abrazara y me pidiera que la cargara un rato, mi pekeña de 4 años...
Me encantaba ver su cara cuando hacían una chuza, cuando yo iba por su bola que se quedaba a la mitad de la pista... cuando les traía los pinos que se quedaban fuera de la pista y ellos veían su tamaño real... es fascinante ver las caras de los pekeños monstruitos cuando conocen algo nuevo y logran algo que les parecía muy difícil.
Me gustaba mucho ir a dar mi clase... a pesar de que implicaba levantarme temprano los domingos, soportar a la directora de la escuela regañándome por no llegar a las 9 en punto (llegaba a las 9:20) pero eso sí, no me regañaban por esperar a que mi último enanete se fuera (después de la 1 pm) y en verdad, al despedirse y decirme “hasta el domingo, prof.” todo valía la pena.
Ahora... meses después de ya no ser un maestro, siento mucha nostalgia por ellos... y algo he de hacer para volver a dar clases, un día de estos...
Me quedo con estas palabras, que en algo aluden a mis niños:
“No puedo pintar sin ver y sin pensar, en consecuencia, pienso según lo que veo y pinto según lo que veo y pienso” - DIEGO RIVERA.
Soy un maestro que no tiene a quien enseñar, ni donde instruir, porque no tiene a sus alumnos...
Mi respuesta inmediata fue “yo no extraño a nadie... toy muy feliz ahora...”
Pero en verdad, pasé un buen rato reflexionando... y no es cierto; sí extraño a alguien, extraño a ciertos enanos terroristas que conocí en el boliche.
Hace tiempo, yo era un maestro... y extraño a mis pequeños monstruos de los domingos... era genial llegar y ver sus caritas felices porque íbamos a empezar su clase de 4 horas y ellos se divertían mucho. Yo me divertía tanto con ellos, era feliz viéndolos jugar, ser ellos, olvidarse de su escuela y sus “problemas” un rato el domingo...
Me encantaba que al final de la clase se despedían felices; ver su cara de felicidad cuando algo les salía bien, y que cada domingo lo hacían mejor... Me encantaba que mi pekeña Marijóse me abrazara y me pidiera que la cargara un rato, mi pekeña de 4 años...
Me encantaba ver su cara cuando hacían una chuza, cuando yo iba por su bola que se quedaba a la mitad de la pista... cuando les traía los pinos que se quedaban fuera de la pista y ellos veían su tamaño real... es fascinante ver las caras de los pekeños monstruitos cuando conocen algo nuevo y logran algo que les parecía muy difícil.
Me gustaba mucho ir a dar mi clase... a pesar de que implicaba levantarme temprano los domingos, soportar a la directora de la escuela regañándome por no llegar a las 9 en punto (llegaba a las 9:20) pero eso sí, no me regañaban por esperar a que mi último enanete se fuera (después de la 1 pm) y en verdad, al despedirse y decirme “hasta el domingo, prof.” todo valía la pena.
Ahora... meses después de ya no ser un maestro, siento mucha nostalgia por ellos... y algo he de hacer para volver a dar clases, un día de estos...
Me quedo con estas palabras, que en algo aluden a mis niños:
“No puedo pintar sin ver y sin pensar, en consecuencia, pienso según lo que veo y pinto según lo que veo y pienso” - DIEGO RIVERA.
Soy un maestro que no tiene a quien enseñar, ni donde instruir, porque no tiene a sus alumnos...
...Por el momento
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